01 marzo, 2015

¿Despertar falso?

Anochecía cuando emprendí el vuelo. Debido a que me sentía insegura no podía elevarme tanto, así que de vez en vez bajaba los pies para tomar impulso. Era fastidioso, sobre todo porque cada que lo hacía sentía que ellos estaban más cerca y junto con ellos sus dedos sanguinolentos a punto de cernirse sobre mi garganta. Evité mirar hacia atrás para huir con presteza sin preocuparme de si realmente estaba huyendo con presteza. Y vaya que iba rápido. 
Volar no cansa tanto como correr o nadar una vez que se ha tomado técnica. Desde que era pequeña me he entrenado en ese aspecto. De hecho, los primeros sueños que tuve acerca de volar tratan sobre cómo me entrenaban otras personas que volaban. Era divertido y, ahora que lo pienso, en esos sueños siempre me advertían de que algún día cuando ellos me persiguieran debía hacer tal o cual cosa para no caer en sus garras. Pasaron casi cinco años hasta que ellos por fin me encontraron y, sí, comenzaron a perseguirme. Así que casi siempre que sueño que vuelo es porque huyo de ellos. Y ésta no era la excepción.
Pronto sentí pasar el peligro. Incluso me sentí tan valiente que decidí parar y mirar atrás… y vi a uno de ellos, lejos, pero con su mirada fija en mí.
Nuestras miradas se encontraron y sentí el miedo recorrerme de punta a punta, me di cuenta de algo: Yo corría verdadero peligro. Sí, estaba soñando, pero eso no iba a ser impedimento alguno para lo que me iban a hacer si yo me dejaba atrapar. Descubrí que toda esa persecución, toda esa historia onírica, mi propia capacidad de volar eran... reales. Saber eso me paralizó. Quiero decir, siempre me habían parecido sueños emocionantes porque luego podía despertar y decir a mi familia: ¡Soñé que volaba! De alguna forma siempre me había sentido segura. Pero en ese momento supe que no era así. ¡Estaban a punto de alcanzarme! Y no podía girar ni volar, porque el peso de la verdad había paralizado todo mi cuerpo. Entonces me acordé: Calma, es un sueño, todavía puedes despertar.
Despertar funcionaría igual que la teletransportación y esos seres no me darían alcance. Y entonces quise despertar y sentía cómo yo misma jalaba mi mente hacia este mundo físico que quién sabe qué rayos es. Y lo logré, desperté...

¡PERO NO EN MI CUARTO!

Estaba en una habitación, sí, pero no era la mía. Y me saqué muchísimo de onda, pronto sentí que mi mente se iba de nuevo y quise retenerla para grabarme cada detalle de ese lugar. Era un cuarto muy sencillo y recuerdo tres cosas esenciales: un armario, un balón de básquetbol y una computadora. Entonces me fui de nuevo. Regresé al sueño, pero cuando lo hice mi cuerpo era ligero y comenzar a volar fue igual que entregarme al viento. Me alejé de esas cosas y cuando volví a sentirme segura, antes que mirar hacia atrás, desperté nuevamente, esta vez en mi cuarto, con mis cosas, con mi vida conocida.

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