01 septiembre, 2014

Él está triste

Hay algo en él que me sabe a tristeza. Caminamos juntos, nos tomamos de la mano, miramos nuestro reflejo en las ventanas de los automóviles estacionados, sonreímos y nada parece suficiente. Él está triste. Platicamos de la vida, de los libros que hemos leído, de nuestros sueños que involucran fantasmas, de proyectos, pero al hacerlo no brillan sus ojos. Él está triste. El amor es la palabra que menos se pronuncia, aunque viene implícita en los te amo. Ya no sé qué hacer para que vea que mi respiración es real, que mi tacto sí toca, que puedo y quiero y sueño y anhelo y logro. Él está triste. Se lo está comiendo la tristeza, primero por la cabeza, extendiéndose en su mirada perdida, en sus labios que no ríen, en su cuello cansado, sus hombros caídos, le escurre tristeza cuando corre y habla de lo poco que entiende. Se le desparrama la tristeza cuando come y me salpica. Me esfuerzo: ¡Vive hoy! ¡Elige vivir! Y parece que mis palabras se diluyeran en el agua triste que corre por su rostro.

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